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La Historia

Unión, pasión e innovación a lo largo de los años

Para iniciar la historia de la Cooperativa hay que remontarse a principios de siglo XX. En 1901, los viñedos de Gandesa quedaron arrasados por la filoxera. Los agricultores apostaron entonces por plantar viñas con raíz americana y por producir su propio vino, y para ello necesitaban bodegas. Coincidiendo con esta situación se apostó por el cooperativismo agrario como forma de aumentar la implicación de los agricultores evitando la emigración de la población hacia las ciudades y también para la mejora de la escuela pública para formar a todos los habitantes del pueblo.

48 familias, 20 pesetas, 50 kilos

Así se funda la Cooperativa agrícola con 48 familias entre las que predominan los propietarios de propiedades medias. El acta fundacional exponía las condiciones para asociarse a la Cooperativa: ser del pueblo y aportar 20 pesetas y tierras (si no tenían, aportaban su trabajo) y tenían que pesar más de 50 kilos, para evitar así el trabajo de menores.

Un préstamo y un buen arquitecto

Los primeros socios hipotecaron tierras y propiedades para pedir un crédito al Banco de Valls. El 19 de febrero de 1919, José María Serres (fundador y primer presidente del 'Sindicato') y Jaume Fontanet (miembro de la junta) encargaron el proyecto de construcción al arquitecto modernista Cèsar Martinell. El edificio se hizo con la colaboración de los cooperativistas que se implicaron para levantarlo con las propias manos.

Una historia viva de hasta 700 socios

A lo largo de la historia de la cooperativa 700 fue el número máximo de socios. Al final de la Guerra Civil muchos agricultores vieron mermadas sus propiedades y se vieron obligados a emigrar y la población disminuyó. Para tratar de salvar el negocio y de paso evitar la fuga de agricultores se planteó elaborar un vermut, patentarlo y comercializarlo en botellas pequeñas con un precio asequible. El edificio también se ha transformado: las nuevas instalaciones, ubicadas en un solar adyacente a la bodega construido hace cien años, han permitido modernizar procesos y han liberado el espacio modernista del grueso de la actividad vinícola. Un espacio, ahora, destinado casi en exclusiva al enoturismo.

 

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